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La convivencia humana: ¿Un proyecto de vida posible en la Venezuela actual? (página 2)




Enviado por Esther Gonz�lez



Partes: 1, 2

2. Sociedad civil y
ciudadanía en el contexto

La sociedad civil
ha sido definida desde distintas posturas y pers- pectivas de
análisis. Existe una acepción del
termino que según Cortina

(1994) presenta Víctor Pérez Díaz y
que puede resultar de gran utilidad. El
autor define la sociedad civil como: "un entramado de instituciones
so- ciopolíticas, que incluye un gobierno o
Estado
limitado, que opera bajo el imperio de la ley; un conjunto
de instituciones sociales tales como mer- cados y asociaciones
basadas en acuerdos voluntarios entre agentes autónomos, y
una esfera publica, en la que estos agentes debaten entre si y
con el Estado
asuntos de interés
publico y se comprometen en activi- dades publicas" .

En sentido amplio, sería el tipo de sociedad
civil ya civilizada que delimita fronteras entre el Estado y el
resto de las realidades sociales. El sentido restringido es el
habitual hoy y se refiere a las instituciones so- ciales que
están fuera del control directo
del Estado, tales como merca- dos, asociaciones voluntarias y el
mundo de la opinión
pública.

En esta línea de análisis, Cortina (1994)
define la sociedad civil si- guiendo a Michael Walzer como un
"espacio de asociación humana sin coerción y el
conjunto de la trama de relaciones que llena este espacio" ,y
recuerda que cualquier ser humano antes que miembro de una
comuni- dad política, antes que
productor de riqueza material, antes que partici- pante en un
mercado, antes
que componente de una nación,
es miembro de una sociedad civil, en la que se ha socializado
convirtiéndose en perso- na. Seguidamente agrega Cortina:
"Por lo tanto, un ciudadano es alguien capaz de hacer su propia
vida, pero con sus iguales. El ciudadano tiene dos lados
fundamentales: hace su vida, no se la hacen, no es siervo ni es-
clavo, pero no la hace en solitario, sino en la polis, en la
ciudad, la hace con otros que no son ni mas ni menos que
él, sino sus iguales".

En este orden y dirección cabe destacar que la Sociedad
Civil Ve- nezolana transitó por décadas a
través de un sendero estrecho sin lo- grar desligarse de
su privacidad. El venezolano se relacionaba con lo
económico por mediación del dinero,
trabajo y
consumo,
indiferente ante los espacios de lo público donde se
vinculan las intersubjetividades que favorecen la
interrelación de los intereses privados en la
búsqueda de un discurso de
interés colectivo.

Cabe agregar, la sociedad civil estuvo ausente en la
dimensión po- lítica y por ende, sin capacidad de
presión, imposibilitada para requerir de
los distintos gobiernos explicaciones de sus actos como
administra- dores de lo público, e incidir en general
sobre los cambios necesarios. En efecto, la privacidad define al
individuo,
mientras lo público define al ciudadano en
contraposición al Estado y al gobierno.

En el contexto mundial la tendencia actual se dirige a
concebir como democracia
verdadera aquella sustentada en la participación ciudadana directa en el
diseño
y construcción de lo público, pasando
así de los modelos
mediatizadores de democracias de partidos, de cor- poraciones y
cúpulas dirigentes, entre otras, a modelos de democracia
en los cuales los protagonistas de la vida de las sociedades son
los ciu- dadanos.

Lo público puede ser concebido como un acuerdo
colectivo para salvaguardar los intereses individuales como la
propiedad y la
seguridad
personal. En
este caso el ciudadano es sólo un individuo que en su
priva- cidad reconoce a los otros también sólo como
individuos, mediante un acuerdo normativo que establece deberes y
derechos, creando
institucio- nes capaces de sancionar la transgresión de
tal acuerdo. En la Enciclope- dia Opus (1998) Hegel define a la
sociedad civil como " reino de la inclina- ción ciega y la
necesidad causal" y resolver la contradicción es responsa-
bilidad atribuida al Estado como expresión del
espíritu colectivo.

Desde otra perspectiva, Rousseau,
reseñado en la Enciclopedia Opus (1998), define lo
público como el pacto mediante el cual los indivi- duos se
transforman en cuerpo social con voluntad general mediante la
renuncia o enajenación de cada asociado con todos sus
derechos a la comunidad,
textualmente dice: "dándose cada uno sin reservas, la
unión es todo lo perfecta que puede ser y ningún
asociado tiene ya nada que reclamar, pues dándose cada uno
por entero, la condición es igual para todos, y siendo
igual para todos, ninguno tiene interés en hacerla onero-
sa para los demás".

El ciudadano de Rousseau, es el individuo que logra la
realización de su libertad
asumiendo como lo más propio y constitutivo de lo suyo, lo
público. Entre estas extremas concepciones de lo
público se ha movido la discusión teórica en
los últimos tiempos, sin embargo la praxis en las
democracias contemporáneas demuestra abiertamente la
necesidad de hacer justicia en
los dos extremos planteados. Si bien es necesario reco- nocer el
carácter individual y la privacidad de las
personas que integran una sociedad, no es menos necesaria la
salida de la persona humana
hacia " el mundo de vida del otro" concibiéndolo como otro
distinto, en cuyo entramado de intereses hacemos justicia a
nuestra misma realidad humana y personal.

Todo lo anterior nos conduce a la existencia de una
interdepen- dencia absoluta entre las personas humanas que
integran el colectivo, en el marco de una cultura, de
una familia, de una
comunidad, de una historia compartida, y no
podemos transitar lo social como seres únicos e
independientes, contrariamente estamos inmersos en una trama
inex- tricable de relaciones
humanas.

En ese mismo sentido, entendemos que en una democracia
ser ciudadano debería significar la capacidad de coadyuvar
a la existencia de una comunidad de intereses colectivos en la
cual se salvaguarden los intereses privados y se trascienda hacia
el bien común como un bien dis- tinto con peso valorativo
propio y específico, no sólo como una tramoya
estructural para salvaguardar los intereses particulares, sino
como otra dimensión de la realidad social a la que por
estado de necesidad y justi- cia debe darse acogida.

Sobre la base de las consideraciones anteriores se
requiere la existencia de un sistema normativo
construido en consenso democráti- co, la existencia de
instituciones adecuadas que sancionen la violación de
dicho sistema y un ciudadano venezolano en pleno proceso de
rever- sión de la despolitización que lo
caracterizaba.

Seguidamente al analizar el aspecto económico se
evidencia una aguda crisis en el
país sobre la cual podemos realizar una lectura que no
amerita grandes esfuerzos por tanto está expresada en
indicadores
ob- jetivos, a saber, inflación, desempleo,
déficit fiscal
permanente, crecien- tes deudas interna y externa. Lo
verdaderamente difícil es la lectura de los efectos de
esos indicadores sobre la persona humana en particular, sobre los
grupos de
población como colectivo, que evidentemente
se traducen en crisis de identidad y en
crisis de integración al orden consti- tuido,
haciendo emerger la necesidad de una reconstrucción de la
etici- dad en el mundo de la vida que articule en la realidad la
crisis económica con la crisis social y le de sentido del
orden.

Con referencia a lo anterior, Maturana (1994) plantea
que la preo- cupación ética
tiene que ver con el deseo de convivencia en el mundo que yo
quiero vivir, mundo que sólo es posible en tanto el otro
también es acogido en su legitimidad y enfatiza: " podemos
conversar y llegar a acuerdos de convivencia en el mutuo respeto, en la
aceptación recípro- ca de la legitimidad de cada
uno". De acuerdo con el autor, lo que necesi- tamos es un
compromiso con un propósito ético en
términos del mundo que se quiere vivir, y tiene que ser
expresado en términos del deseo de convivencia que sirva
de referencia para corregir los problemas en
la convivencia. Es decir, requerimos de un esfuerzo individual y
colectivo, de una energía para hacer las cosas por
convicción, sin coacción.

El lenguaje debe
estar al servicio de la
coordinación social, salvan- do las
barreras culturales y las creencias individuales o de grupos. Al
conectar el concepto de
lenguaje con el de sociedad, y éste con el del "mundo de
la vida" como su horizonte contextualizador, surge la posibili-
dad de conciliar la acción
con la interpretación. Habermas (1985) sostie- ne
que los actos de habla son medios de
comunicación concebidos con el fin de entenderse,
donde éste fin se logra sólo si el receptor
compren- de el significado de lo dicho y acepta la emisión
como válida.

La acción comunicativa concebida por Habermas es
un instrumen- to fundamental para humanizar la política y
transformar los comporta- mientos de la población, para
recuperar el sentido de orden y el sentido del vivir, a
través de la desconstrucción, construcción y
reconstrucción de los esquemas interpretativos de la
población partiendo del incremen- to de los conocimientos
para la correspondiente inducción a la crítica
y para la autotransformación de las conductas.

Después de lo anterior expuesto, se impone hacer
un breve esbo- zo de los profundos cambios experimentados por la
situación de los ve- nezolanos, supervivientes en la
paradoja de un discurso político populis- ta, violento,
divisionista, de la imposición de una ideología y de la adop- ción de
programas
neoliberales por parte del gobierno, que lejos de mo- tivar un
acuerdo para ser respetado por la población, han
patentizado en la subjetividad del ciudadano los sentimientos
morales formalizados en la propuesta fenomenológica
clásica de los valores de
Strawson (1974): resentimiento, indignación y culpa,
experimentados por aquel que se siente vulnerado en razón
de la influencia, la coerción y el
engaño.

El ciudadano venezolano en actitud
participativa en la sociedad ci- vil exterioriza su sentir en
anomia y problemas de integración normativa, llamando hoy
a la desobediencia civil en razón de la conflictividad en
las bases consensuales, por carencia de respuestas a las
expectativas hu- manas fundamentadas en la ínter
subjetividad. En este orden de ideas se puede citar a Habermas
(1990): "Desde la perspectiva de los partici- pantes, un acuerdo
no puede imponerse desde afuera, no puede venir impuesto por una
de las partes a la otra; bien sea instrumentalmente me- diante
intervención directa en la situación de
acción, bien sea estratégi- camente mediante el
ejercicio de un influjo directo sobre las actitudes
proposicionales del prójimo".

No obstante, la ciudadanía no puede mantenerse en
un perma- nente proceso anómico o en estado de
desobediencia civil, máxime cuando debe luchar por la
constitución de un renovado sistema
normativo producido en el consenso democrático para
recuperar la pérdida del sentido del orden que afecta su
mundo de vida. El ciudadano es enton- ces quien debe construir
esa normatividad sometiendo su conducta a la
misma. De lo expuesto se infieren dos niveles normativos, a
saber: El que constituye la estructura
global de la sociedad, Constitución, Leyes de la
República, el Estado, y el nivel de la vida cotidiana en
sus múltiples áreas y facetas, lo que Habermas
denomina " el mundo de la vida".

En efecto, la ciudadanía debe cumplir su rol
protagónico asumiendo su responsabilidad en la construcción de una
sociedad justa, la sociedad que desea tener, y en ese sentido
debe asumir activamente la correspon- sabilidad en un proyecto de
país que haga posible la convivencia y la tole- rancia en
el marco de la crisis y conflictividad nacional
imperantes.

En el orden de las ideas anteriores Adela Cortina (2001)
ha expre- sado: "Si rehusamos ser los protagonistas de nuestra
historia, podemos tener la certeza de que nadie la hará
por nosotros, porque nadie puede hacerla". Es decir, o la hacemos
las personas de la calle, o no se hará, pero para ello,
debemos tomar clara conciencia de que
somos nosotros los protagonistas del destino de nuestro
país y pasar del "estado de masa" al "estado de pueblo".
Solo así, podremos construir un mundo de convivencia mas
humano, inclusivo, equitativo, excelente, un mundo en el cual sea
deseable vivir.

La vida concreta y cotidiana, sufre hoy profundas
transformacio- nes a velocidad
vertiginosa, exigiendo cada vez con más fuerza la re-
construcción de lo público desde una nueva
perspectiva que expone un nuevo significado a ser ciudadano y a
su función
en la verdadera demo- cracia que aspiran las mayorías.
Atendiendo a este contexto se conside- ra que actualmente hay una
mayor participación ciudadana en los asun- tos
políticos, el venezolano se ha politizado y se ha dado
cuenta que su vida esta íntimamente ligada al proyecto de
país y que no son sólo los li- deres, los
gobernantes quienes pueden cambiarlo (Ortega, 2003).

Sobre la base de las consideraciones anteriores, el
nuevo concep- to de ciudadanía denominado participativa,
ha extrapolado los muros de la nueva Constitución
Bolivariana de Venezuela que
la proclama a ul- tranza, de las agencias locales de desarrollo
urbano o de desarrollo so- cial, de las ONG, de los
partidos
políticos, de los organismos de coope- ración
nacionales e internacionales, de las representaciones regionales
y municipales, y se ejercita aguerridamente en la calle,
día a día, con clara conciencia que ahora
más que nunca la vida colectiva está en sus ma-
nos, en su responsabilidad, en su capacidad de lograr
consensos.

La nueva ciudadanía venezolana se erige como el
verdadero ejer- cito de salvación del colectivo de la
gente, transita diariamente los espa- cios de lo público,
en medio de la más profunda crisis política,
económi- ca y social que haya vivido, la cual impide
flagrantemente y en todas sus dimensiones el funcionamiento del
mundo inmediato y concreto de
refe- rencias y relaciones de la vida de los hombres y mujeres
que integran ese colectivo. Esta nueva ciudadanía sabe que
tiene que ir mucho más allá de sus propios
intereses particulares, los de su familia, los de la co- munidad
en la que viven, sabe que debe penetrar las instituciones por
cuanto allí se juega su destino.

En esa dirección una mayoría calificada de
los ciudadanos vene- zolanos asumen su responsabilidad individual
para sumergirse en el amplio espectro de la responsabilidad
colectiva, en la búsqueda de dar repercusión social
a sus decisiones, reconstruyendo la eticidad en torno al sujeto
protagonista, integrando normas a la
convivencia ciudadana que apuntan hacia un mundo de vida
democrático, exigiendo en los es- pacios de lo
público, con marchas, concentraciones, denuncias, consig-
nas, pitos y banderas, fundamentalmente el respeto a las personas
con- sideradas en su autonomía y en su diferencia,
planteando en forma radi- cal la responsabilidad singular de
todos y cada uno de los actores en cada acción, enfrentado
el conflicto
desde el diálogo y
la negociación, desde las calles, desde los
centros de recolección de firmas que pueden activar los
mecanismos electorales motorizando la superación de la
cri- sis a través del voto, desde los medios de
comunicación, entre otros es- pacios de indudable
relevancia.

La nueva ciudadanía avanza cada vez más en
sus acciones para
en definitiva obtener la justicia por una vida digna, reconocida
y respeta- da. Se evidencia claramente que la experiencia
trascendental de los ac- tores portadores de la ciudadanía
frente a la cultura dominante, frente a la ideología
impuesta, frente a la inercia y a las dificultades, les
sitúa más allá de lo dado para abrirse a una
nueva ética de la ciudadanía, lo cual ha permitido
que los nuevos ciudadanos se visualicen más allá de
la conve- niencia del pacto público, por ello están
haciendo historia que marca su huella
indeleble para el futuro inmediato.

En razón de lo expuesto se impone cuestionar la
instrumentali- dad del cómo hacer. Quiénes son los
actores responsables de cons- truir la Venezuela futura.
Cómo interactuar para conquistar un nuevo mundo de vida
que signifique la posibilidad de construir un país en el
cual sea realidad la convivencia ciudadana y la
dignificación de las condiciones de vida?

Según se ha expuesto todos debemos asumir en
primera instancia, nuestra responsabilidad individual con el
colectivo del que formamos parte, para viabilizar en una amplia
trama de relaciones humanas la construcción de una
convivencia social digna fundamentada en consensos como condi-
ción de posibilidad de realización de la propia
vida como seres únicos e in- dependientes. En efecto,
necesitamos ser educadores todos, desde una nueva perspectiva
concebida en el consenso nacional y fundamentada en los valores de la
democracia, para manejar la complejidad de intereses y riesgos
presentes en los diversos sectores que integran lo
social.

La construcción de consensos a través de
la
comunicación dialógi- ca, parte del incremento
de los conocimientos sobre la realidad social, de las
particulares circunstancias de nuestro mundo de vida, coadyu-
vando al discernimiento que induce a la críticayala auto
transformación de las conductas, permitiendo la
recuperación del sentido del orden y del sentido del
vivir.

En este sentido la educación en los
valores de la democracia que permita una convivencia social y una
vida digna para los venezolanos, debe instrumentarse en las aulas
de cualquier nivel de la educación for- mal,
sin embargo no puede estar condicionada a ser impartida
única- mente en dichos espacios. En este orden y
dirección se redimensiona el papel de los medios de
comunicación, de las iglesias de cualquier
credo, de la participación proactiva de las comunidades
urbanas y rurales, en la

"toma" de lo público, en su diseño y
construcción, propiciando la existen- cia de una comunidad
de intereses colectivos.

3.
Aproximación a un proyecto de convivencia social desde una
perspectiva ética

en Venezuela: La educación

La educación no ha estado al margen de la
realidad expuesta ante- riormente: la incertidumbre, el aumento
de la polarización social, la coti- dianidad de la
violencia
física y
verbal, la exclusión social, la crisis económica y
política del país, la debilidad gubernamental, la
insuficiencia del Estado en su rol para coadyuvar a la
construcción de una sociedad justa, entre otras
circunstancias, lejos de cuestionar el papel de la edu-
cación, lo amplían y acentúan,
ubicándola conjuntamente a la familia, la
vecindad o comunidad, la religión y los medios
de comunicación, como espacios de gran importancia para
viabilizar y construir una nueva con- vivencia social en
Venezuela.

Se considera la educación a partir de dos
componentes insustitui- bles en una propuesta o proyecto de
país: la identidad
nacional y la de- mocracia, asumiendo la convivencia en una
sociedad donde el conoci- miento o el saber (Drucker, 1993) es el
recurso principal.

3.1. Educar para la consolidación de la
identidad nacional
Para Filmus (2002), uno de los principales
desafíos educativos del momento es la recuperación
del papel de la escuela en torno
a la conso- lidación de la identidad nacional. La
identidad como nación
depende, en gran parte, de la capacidad del sistema
educativo de crear, recrear y transmitir a todos los
venezolanos los valores, pautas culturales y códi- gos
comunes, aunque esto no signifique uniformidad cultural, por el
contrario es una unidad en la diversidad.

Si bien esta identidad nacional no debe ser entendida
exclusivamente como algo heredado, ya construido, debemos ser
cautelosos en aniquilar el pasado, como ha tratado de hacerse en
la actualidad. Contra- riamente y siguiendo a Hoyos (1995), la
tradición tiene mucho que aportar a la renovación
de la identidad ciudadana. El pasado compartido es uno de los
elementos constitutivos de la nacionalidad
importante para consoli- dar una real identidad nacional. Pero
también es necesaria la definición conjunta de los
principales problemas del presente y la construcción com-
partida de un proyecto futuro. La presente aproximación,
plantea también la importancia de mirar y atender el
proceso de globalización, que muchos críticos
han considerado que acabará con las identidades nacionales
o re- gionales. Se globalizan los flujos especulativos de la
economía,
la visión estratégica de la fuerzas productivas, la
comunicación, pero se fragmen- tan los derechos humanos
y la protección ambiental.

Desde nuestra perspectiva, es posible sostener el
fortalecimiento de la identidad nacional para coadyuvar en el
proceso de integración pla- netaria al logro de un
resultado contrario a la imposición y coerción de
la voluntad de algunos países sobre otros. En esta
dirección se impone reconocer que la
globalización no se reduce a la ampliación del
intercam- bio y valorización del capital, ella
trasciende al mundo vital de la persona humana,
traduciéndose hasta ahora en hambre, pobreza y
exclusión, in- cluyendo procesos
sociales que en la confrontación histórica permiten
evidenciar diversas proyecciones de respuesta de los factores
sociales. Para enfrentar un enemigo despiadado como la
globalización, basado en la dialéctica nietzschiana
del amo y del esclavo en la cual el uno no existe sin el otro,
los venezolanos en particular, hoy perplejos e iner- mes ante el
impulso de sus censurables factores para favorecer el capi- tal
transnacional, podríamos de manera consciente enfrentar el
costo social de
esa integración planetaria consustanciados con los valores
de nuestra identidad, respetando la heterogeneidad que ella
incluye, la di- versidad de las identidades regionales, sociales
y étnicas, sin pretender la supremacía de una sobre
otra, evitando con ello al mismo tiempo, la
creación de espacios fértiles para posiciones
totalitarias, en los niveles político, económico y
social.

3.2 Educar para la democracia

En los actuales momentos de crisis, la educación
posee un comple- jo desafío: desmontar las tendencias
autoritarias, totalitarias e ideologi- zantes que se han tratado
de implantar en el sistema educativo sobre todo en los primeros
niveles de la educación formal. En este orden de ideas, y
tomando en cuenta que los valores no se enseñan sino que
se viven, se practican (Cortina, s/f), la educación,
conjuntamente con el resto de los agentes socializadores, tienen
un inmenso compromiso en la formación ética de las
nuevas generaciones en el contexto democrático, donde se
respete la diversidad de concepciones de vida, la pluralidad
política e ideológica, se brinde la
formación en el pensamiento
crítico y el disenso que permitan participar en el
debate
político, sin imposiciones de normas o formas de pensar,
lo cual implicaría menoscabar la libertad y privilegiar un
sistema de vida autocrático, de poder, en vez
de favorecer la autono- mía de las personas, hacia lo cual
debe tender la educación.

En ese contexto, Guillermo Hoyos (1995b) plantea que es
el autori- tarismo dogmático el que forma ciudadanos
intolerantes, se encuentren estos en las mayorías o
reclamen privilegios a titulo de ser minorías. Una
sociedad para ser considerada democrática debe atreverse a
escuchar, aceptar y reconocer las voces que disienten del
proyecto impuesto, sin tener que eliminarlos, aislarlos o
exterminarlos (Rodríguez, 1995).

Es decir, el otro también debe ser escuchado en
tanto ser humano cuya pa- labra merece ser escuchada y
comprendida. Para lograr lo planteado, se requiere tolerancia, lo
que conlleva el reconocimiento de fundamen- tos
éticos.

Es por estas razones que la educación en los
valores de la demo- cracia se torna imprescindible si los
venezolanos queremos alcanzar una sociedad justa, libre,
inclusiva y solidaria, ya que las órdenes, las fuerzas
chocan contra la libertad en cuanto se cercena la opción
de ele- gir entre hacerlo o no hacerlo, y la realización
radica en actuar por con- vicción y no por
persuasión.

En esta línea de análisis, el imperativo
ético consiste en asumir la vida, ser dueño de
sí mismo, tomando en cuenta al prójimo, pues el
hom- bre solo se encuentra a si mismo en la medida en que se
encuentra con los otros, reconociendo que la libertad de uno
termina donde comienza la del otro, respetando las
individualidades y buscando los consensos. Siguiendo a Ochoa
(2002) como nadie puede imponer la libertad al otro, tampoco le
podrá imponer la justicia, es decir, ser justo es
reconocer lo que el otro espera de ti y en cierto modo
comprenderlo, amarlo un poco, ponerse en su lugar. He aquí
el fundamento de un ética de las relaciones humanas y el
supuesto de una sana convivencia social. En tal sentido, los
docentes y
otros agentes sociales tenemos la alta responsabilidad de
consolidar una pedagogía del amor sobre la
pedagogía del terror, la primera no sólo es la
más conveniente sino la mas efectiva, ética y por
tanto más humana.

4.
Reflexiones

A lo largo de los planteamientos realizados se puede
concluir que la educación adquiere un papel fundamental
desde una perspectiva tác- tica y estratégica, para
potenciar a través de los diferentes escenarios, ya sean
formales o informales, la reflexión y la sinergia entre
los grupos
sociales, que resulte en su implicación personal para
la búsqueda de ni- veles progresivos de justicia,
confianza y solidaridad, cuyo
fundamento debe ser el compromiso interpersonal, en la
responsabilidad y en la au- tonomía de la
persona.

En el mismo orden y dirección, la
educación de hoy debe posibilitar vivencias relacionadas
con el rescate de valores éticos en dimensiones donde se
movilicen los sentimientos, la voluntad, la necesidad de acep-
tar la diferencia, la clarificación de valores y el aprendizaje de
habilidades para el diálogo, el respeto a la
heterogeneidad y a la diversidad en las concepciones que tenemos
de nosotros mismos, en la manera de estimar y entender el mundo
que nos rodea.

Todas esas situaciones requieren ser incorporadas a la
búsqueda de consensos, aceptando que además de
elegir principios
comunes para la convivencia justa, existen no sólo
nuestros intereses particulares sino diferentes motivaciones y
creencias, por lo tanto debemos desarro- llar la capacidad
moral de
colaborar y cooperar con los demás, de acep- tar lo
diferente, recuperando la capacidad de imaginación, de
asombro, de creatividad,
ante este ambiente de
incertidumbre y donde todas las verdades están en
entredicho.

Esta integración con el otro compromete en una
comunicación sig- nificativa, que favorezca la confianza,
la reducción de las formas de vio- lencia que encontramos
en el entorno mediato e inmediato, estimulando la tolerancia, la
no discriminación, pero no como una simple
situación de habla ideal sino como una forma de "toma" de
lo público y de la vida coti- diana donde sea posible
vivir junto al otro en una forma que permita aceptar la
integridad del otro, incrementando la responsabilidad perso- nal
y social.

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London,

Methuen.

 

Elsy Bracho*

Esther González**

Marie González***

María Marín****

Cynthia Martínez*****

* Abogada. Magíster en Intervención
Social.

** Profesora Asociada de la Universidad del
Zulia. Facultad de Ciencias
Jurídicas y Po- líticas. Escuela de Trabajo Social.
Magíster en Gerencia
Educativa.

*** Profesora Titular de la Universidad del Zulia.
Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políti- cas. Escuela de Trabajo Social.
Secretaria Docente de la Escuela de Trabajo Social. PPI Nº
4639. Especialista en Andragogía. Doctora en Ciencias de la
Educación.

**** Profesora Asociada de la Universidad del Zulia.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Po- líticas.
Escuela de Trabajo Social. Magíster en Gerencia
Educativa.

***** Profesora Titular de la Universidad del Zulia.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políti- cas.
Escuela de Trabajo Social. Directora del Centro de Investigaciones
en Trabajo Social. PPI Nº 4795. Magíster en Gerencia
de Empresas. Doctora
en Ciencias Gerenciales.

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